Lo daría todo por ese instante. Ese momento culmine que soy incapaz de recordar. No sé cómo llegue ahí, ni hacia a dónde iba. El punto de inflexión exacto donde mi cuerpo dejó de estar mal. En ese centésima de segundo en donde exprimí con todas mis fuerzas el mundo. El punto más alto de la nota, donde parecía haber en mi cierto rasgo de divinidad. El ataque de pánico, la insatisfacción satisfecha. El fondo del barril. Yo y eso. Eso y yo. Eso, porque no sé como decirle. Imponente, gigante, eterno. De lejos inerte y estático. De cerca universo paralelo, infinito.
Estaba por primera vez frente a ese cuadro que jamás volví a ver: la respuesta al sufrimiento indefinido. No sé cómo lo encontré, o si vuelva a toparme con él. Si causase otra vez estragos en mi cuerpo, si volviese a dejarme sin aliento. No es cotidiano, no es rutinario. Es solo arte.