sábado, 10 de marzo de 2012

Fragmento Especial IV

Ya habían pasado treinta minutos de profundo e insoportable silencio. Mi hipócrita mano se mantenía junto a la suya. El espacio seguía avanzando junto con el tiempo y la falta de sonido se hacía cada vez más presente, más oscura, más hiriente. No estoy segura de por qué tengo esa necesidad de desechar todo aquello que se acerca a mí. Tal vez me gusta que no me guste. Quizás soy como todos, me gusta el fariseísmo y el dolor de no tener nunca lo que quiero. Quizás es ese el motor de mi vida: el inconformismo absoluto. No sé bien, pero si no hablo en este instante esto va a dejar de tener sentido. No, cero. Tampoco es justo que hable él, es decir, ¿cómo puedo exigirle palabras a alguien si ni yo misma puedo emitirlas? Y por otro lado, ¿cómo voy a poder vivir alrededor de él sin palabras? Las palabras son todo para mí y me estoy privando de ellas. El diálogo conecta el mundo interior con el exterior. Lo finito con lo infinito. ¿Cómo hablar con quien no quiere hablarte? Es esperar el miedo mayor. Me faltan verbos, sustantivos, adverbios, adjetivos. ¿Cómo mierda puede ser que no me puedas decir nada? Peor todavía es que yo tampoco tenga ganas de decirte nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario