jueves, 6 de junio de 2013

Por unos minutos pensé que ese día podía desafiar a las leyes del azar y el destino. Tuve que caminar más de lo previsto e idee en mi mente un plan que no podía fallar. Según mi cabeza estábamos destinados a encontrarnos. El camino era perfecto. Derecho por Junín hasta Sarmiento. No podía fallar. Es extraño pero la idea del destino siempre me hace pensar en Borges. Tal vez porque una idea tan absurda y básica como la de que nuestra historia está escrita manejada por una fuerza superior elaborada por un autor de su marnitud, algunos días, me parece increíble. ¿Por qué un tipo como Borges, adorado y leído hasta el cansancio, un tipo que toca temas intelectuales, elige un concepto tan trillado como el destino? No sé pero esa fue la idea con la que tracé mi caminata.
Mientras iba caminando por Junín esquivando los tubos de tela pensaba en cómo iba a ser nuestro encuentro. Mi primera fantasía fue la de un encuentro agradable. Un saludo, una sonrisa picarona. Tal vez un 'que lindo estás' o un 'que bien te veo'. Un '¿cómo anda tu familia?', '¿cómo va la facultad?' '¿seguís nadando?'. Incluso imaginé un abrazo conmovedor, música de fondo. O no, tal vez no, después de como terminó todo la frialdad era el mejor camino. Pensé también en lo que iba a pasar después. ¿Un mensaje? ¿Un algo? O simplemente ver sus fotos con alguna música triste de fondo. Faltan pocas cuadras para llegar a la zona de encuentro: un radio de cinco cuadras por donde él podría circular.
Comencé a ponerme nerviosa. Imaginé lo peor: un beso frío en el cachete, distante, miedoso. Las manos en los bolsillos, lejos de su hombro. Imaginé ese silencio incómodo que tan mal me hace. Imaginé salir corriendo. Y de repente, llegué. Me topé con esa esquina que había visitado tantas veces. De día, de noche, de tarde, de madrugada. Busqué su balcón. ¿Por qué cuando pasamos por la casa de un conocido contamos los pisos y buscamos el balcón? Quería irme. Quise desafiar al destino y me acobardé. No quería encontrármelo. ¿Para qué? Para recordar todo lo que hice mal. No, tenía que caminar rápido. Después pensé que si huía efectivamente iba a encontrármelo en la cuadra paralela. Caminé más rápido. Temblé. Pensé qué cara iba a poner si me lo encontraba. Y paré. El corazón me latió fuerte, las piernas se me entumecieron por la dosis de adrenalina. Ahí lo vi. No estaba solo. Quería correr hacia el otro lado pero era bastante tarde. Venía y no podía evitarlo.
No. No era. Al pasar al lado mio me di cuenta de que esa persona no era ni un centímetro parecido a él. Lo inventé todo. Respiré aliviada. No enfrenté a ningún destino, no jugué con ningún azar. No pude decir '¡qué casualidad que nos encontremos!'. No pasó nada. Aunque me pregunto qué habría pasado si...

No hay comentarios:

Publicar un comentario